martes, 21 de noviembre de 2017

GITANO SIN TECHO ESCRIBE UN LIBRO AL RASO



LIBROS: Sin Techo - Caminando En Un Mundo Prohíbe Los Sueños

Lagarder Danciu (Slatina/Rumania 1981) es un activista muy conocido en España por sus acciones de protestas contra la clase política y los poderes facticos de este país. Hace más de dos años el activista decide tomar partido de forma directa compartiendo con las personas de la calle sus vicisitudes y partiendo de esta experiencia trascendental Lagarder decide escribir un libro impresionado por las historias personales de la gente de la calle.

El autor es trabajador social con larga trayectoria en el trabajo de la intervención social en el ámbito educativo y en el espacio de la calle que ha elegido por circunstancias personales descubre un mundo que nada tenia que ver con su vida anterior. El libro sufrió la censura por parte de varias editoriales por el contenido del mismo y el perfil activista del autor. Finalmente el libro ve la luz al acceder a su publicación la editorial Descontrol de Barcelona. 


En la obra Sin Techo el autor cansado de aceptar que todo va bien decide iniciar un "viaje sin retorno" junto a las personas sin hogar, recorriendo la geografía nacional en un intento de recoger las inquietudes y las desesperanzas de la calle.  En este viaje apasionante le acompañan muchas personas que, como él, han sido expulsadas del sistema. El autor tiene una capacidad extraordinaria de describir las historias que suceden en la calle, descubriendo cada emoción y tragedia ocultadas por la realidad oficial.

Lagarder camina a diario en busca constante de los sueños y se queda impresionado de la capacidad de superación y la inteligencia emocional que desprenden los personajes que han cambiado la posibilidad del odio y del rencor por un sueño y la ilusión de un mundo igualitario.

Una profesora de la infancia hizo que naciera en el autor la actitud por la igualdad de oportunidades ya que en aquella "escuela de la igualdad" se llevo a cabo una auténtica revolución que marco para siempre al autor. La frase que ella le enseño sería la estrella que guía su camino: "nadie se queda atrás".

El autor abandona su país natal, Rumania en busca de su propia libertad y en este viaje por Europa experimenta episodios de esclavitud en el mundo occidental que soporta gracias al amor que siente por un chico del que se enamora en esos momentos de explotación entre Portugal y España.

Este viaje interminable de Lagarder por el mundo esta lleno de experiencias que configuran su papel de activista por los derechos humanos y su particular forma de morder la inmoralidad de la clase política que en su intento de acallar su voz no han dudado en privarlo de libertad, encarcelarlo en varias ocasiones y tratar de expulsarlo de España.

La obra "Sin Techo - Caminado En Un Mundo Que Prohíbe Sueños", agita las conciencias en un mundo deshumanizado y Lagarder sabe llegar al lector con su mensaje a favor de la igualdad de oportunidades.

Este libro se puede encontrar online en las siguientes librerías:














martes, 3 de enero de 2017

LITA CABALLET, LA PINTORA GITANA INVISIBILIZADA

La indigente que se ha convertido en la pintora española más cotizada del mundo

Lita Cabellut nació en uno de los barrios marginales de Barcelona. Pasó su infancia pidiendo limosna entre la Boqueria y el Port Vell. Sus primeras pinturas eran retratos de proxenetas y prostitutas que había visto cuando era tan sólo una niña.
Abandonada por su madre, vivió ocho años en las calles y sobrevivía a base de pedir limosna. Lita Cabellut es la única española en la lista de los artistas más cotizados del mundo y sin embargo, en nuestro país nadie la conoce. Nadie habla de ella. Pero solo hay dos españoles que vendan más que Lita Cabellut en subastas de todo el mundo: Juan Muñoz y Miquel Barceló.
Después está ella, en el puesto 333, como la única mujer de nuestro país en ese ‘top 500’ de los artistas contemporáneos más cotizados del planeta. Los famosos Antonio López o Jaume Plensa ni siquiera aparecen en la lista que publica cada año Artprice, referencia en el mercado de subastas.

 En el imaginario tradicional gitano, la mano izquierda era aquello con lo que nacemos y la derecha lo que hacemos con ello. A la pintora Lita Cabellut (Barcelona, 1961) le habría resultado difícil mirarse a las palmas de las manos antes de cumplir los trece años de edad y creer en el destino que le aguardaba a esta niña de la calle oriunda del barrio barcelonés de El Rabal, abandonada por su madre prostituta a los tres meses de su nacimiento.

La familia a la que la niña fue dada en adopción la llevó de viaje a Madrid, y en el Museo del Prado Lita tuvo una de esas epifanías vocacionales tan frecuentes en temperamentos artísticos como el suyo. La pintora no ha parado de pintar desde entonces a los desarrapados de la sociedad hasta convertir sus obras en alegatos de humanidad, retratos de una fuerza desgarradora que dejan de una pieza. Rescatada de su particular Nilo, gracias a sus padres adoptivos Lita pudo estudiar en la prestigiosa Rietveld Academy de Amsterdam y cumplir aquello con lo que soñó cuando plantada ante un cuadro de Rubens exclamó: “Mamá, yo quiero pintar”

Cabellut reivindica la universalidad del arte, a través del cual describe la realidad de la condición humana. Visiblemente influida por artistas como Francisco de Goya o Francis Bacon (pintor), su universo creativo se aferra al compromiso y la preocupación por el ser humano, al que toma como objeto e introduce en la obra mediante una técnica en la que la importancia recae en captar la vivacidad de la piel, el órgano más externo que revela el paso del tiempo y las experiencias, aquel que desnuda la crudeza, la fuerza, el carácter y la angustia de los instantes más emotivos de su existencia.

Fuente: CULTURA INQUIETA 


lunes, 11 de enero de 2016

La historia de Lagarder Danciu, activista gitano de Rumania

Foto: BENJAMIN MENGELLE 


INMIGRACIÓN - BIOGRAFÍA DE UNA VIDA  por Raúl Velasco Rodríguez, periodista de El Confidencial Andaluz. 



No lo conocía de nada, al menos no lo conocía físicamente. Hacía un tiempo que seguía por Facebook a Lagarder porque era un chico muy activo socialmente. Defendía siempre a los más débiles, subía fotos con inmigrantes, con sin techos, los ayudaba, denunciaba sus situaciones, la sociedad en la que nos hemos convertido, difundía noticias que comentaban injusticias sociales…

Cuando me propusieron hacer este trabajo sobre inmigración no sabía muy bien a quien acudir. Durante un tiempo intenté recordar si tenía amigos inmigrantes en Sevilla, pero no caía en ninguno. Hasta que revisando Facebook me di cuenta que Lagarder no era un nombre inventado o mote para Facebook, si no que era su nombre real. No “parecía” inmigrante, o bajo mi prejuicio creado por la imagen que nos ofrecen siempre los medios, no había reparado en el por verlo un chico “normal”. Siempre pensé que era español.

Aquel jueves de Julio quedé con él por la tarde en un bar del sevillano Parque del Alamillo, a las afueras de la ciudad. Suponía que un sitio concurrido del centro no sería un buen lugar para realizarle la entrevista. Tal vez no se abriría tanto a mí, no se sentiría tan cómodo rodeado de mucha gente o tendríamos muchas más distracciones que dificultarían el trabajo. El Alamillo estaría casi desierto un día así, y a Lagarder además le pareció una genial la idea, me dijo que le encantaban los parques.
Cuando llegué me senté en un banco de la entrada del parque a esperarle. Poco después apareció él en bici y su saludo fue:
  • ¿Has visto lo que me ha pasado? ¿Qué vengo todo mojado?
  • Emm no… ¿Por qué?
  • Que me han mojado los aspersores tío, mira.
Dijo mientras se daba la vuelta y me mostraba su espalda y mochila mojadas por el agua. Con este saludo ya imagine que Lagarder era alguien bastante impulsivo y que no atendía mucho a los contratos o estipulaciones sociales.
Nos sentamos en una mesa de aluminio recalentadas un poco por el sol de las 20:15 de la tarde, aunque el frescor de la hierba y los árboles ya se dejaba sentir poco a poco, y comenzó a hablar.

Lagarder tiene 34 años, 1,75 cm más o menos, moreno de mirada viva, expresiva. Lagarder es rumano y se enteró que era gitano a los 14 años, cuando robó parte de su expediente en el orfanato de Slatina, una ciudad pobre del sur de Rumania, donde vivía de pequeño.

INFANCIA
En la época del dictador rumano Ceaucescu, en los años 80, se pensaba institucionalmente que los gitanos eran una plaga en Rumania, una plaga que debía ser erradicada. Su cultura era inferior y no debía seguir conviviendo con la rumana europea. La solución, ya que pensaban que los rumanos mayores de edad eran incorregibles, era el secuestro de los hijos de gitanos al nacer. Esta suerte corrió Lagarder arrancado de los brazos de su madre al nacer, pero con la fortuna de no haber contraído HIV el  en el hospital donde nació, ya que miles de personas cogieron el sida en hospitales rumanos en la década de los 80 porque reutilizaban las agujas al no tener recursos económicos suficientes.


Los primero recuerdos de Lagarder son felices. El primer orfanato donde vivió lo conformaban niños de 0 hasta los 6 años. Recuerda adultos amables, niños con los que jugar, risas, diversión… y también recuerda algo que nunca olvidará. Una mujer con el pelo muy largo, muy negro y que le sonreía mientras le ofrecía un paquete de galletes a través de las rejas de la puerta principal cuando él contaba con unos 4 o 5 años. Dice que hay recuerdos que nunca se borran y este se le quedó grabado a fuego… tal vez porque una parte de él quería pensar que esta era su madre, tal vez porque realmente lo era y una sola mirada sincera, callada, puede hacerte saber esto.

Entre los 6 y los 18 años el centro de acogida debe cambiar en Rumania. Lagarder se tuvo que mudar a una ciudad cercana a Slatina donde había un orfanato para niños mayores de 6 años. Estos recuerdos son un poco diferentes. Los chicos de último curso, de 16, 17, 18… son los encargados de controlar y organizar estos orfanatos debido a los pocos recursos con los que contaban. Lagarder en este momento sufre violencia, robos y control de estos chicos mayores, en centros donde escaseaban los adultos y la organización reglada. En este momento empieza a formar parte de algunas pandillas del centro buscando la seguridad de un grupo. La comida escaseaba, y una forma de conseguir más era robándola del comedor del colegio donde estudiaba. Este fue un punto de inflexión para Lagarder. Una maestra de literatura se dio cuenta de estos robos, y en vez de recriminar a Lagarder, conociendo su difícil situación, le prometió compartir su desayuno con él cada mañana si este dejaba de robar. Esto hizo que Lagarder sintiera admiración y respeto por esta profesora, hasta tal punto que empezó a esforzarse en sus clases de literatura y lengua. Las notas de Lagarder subieron, ya que como él mismo dice, al no tener tanta hambre no estaba todo el tiempo pensando en la comida y podía prestar más atención a las lecciones.
Los profesores del colegio se asombraron de que Lagarder, un chico huérfano y sin apoyo de ninguna familia, comenzara a mejorar sus notas y empezaran a interesarle las lecciones del aula. En este momento deja de ausentarse de la escuela tanto y comienza a prestar un poco más de atención en clase gracias a esta maestra que en parte, intuye ahora de adulto, se propuso como un reto ayudar a Lagarder.


ADOLESCENCIA 

A los 14 años Lagarder entra en el Instituto, y aquí empieza a darse un poco más cuenta de toda su situación. Descubre que es gitano robando la documentación de su antiguo orfanato, empieza a darse cuenta que necesita estudiar para poder mejorar su nivel de vida y algo más, también empieza a ser consciente de que es homosexual. Estamos en Rumania, en el año 1995, reconocer esto públicamente es completamente imposible si no quiere terminar muerto, o en una cárcel. Rumania no despenalizo la homosexualidad hasta el año 2001 por presiones de la Unión Europea. Antes de esto el dictador Nicolae Ceaucescu había introducido una ley que prohibía las relaciones homosexuales tanto en público como en privado. Lagarder también ocultará en esta época su ascendencia gitana, ya que en Rumania los gitanos son parias de la sociedad. Lagarder, gitano, huérfano y homosexual empieza en esta época a fantasear con escapar de su país, un país que le niega su verdadera realidad y el cual no tiene tantos recursos como una Europa Occidental que es vista por la sociedad rumana como el “Edén”. Como un verdadero paraíso donde todo el mundo es rico y la libertad y la justicia alcanzan altas cotas de compromiso.

Los primeros cambios que empieza a realizar Lagarder en su vida tienen que ver con su propio orfanato. Con unos 14 o 15 años se pone de acuerdo con su pandilla para acabar con la supremacía de los chicos mayores sobre los pequeños. De poner fin con las injusticias y los robos de la comida a estos, comprometiéndose además a empezar a proteger a los pequeños en vez de explotarlos para que robasen a su beneficio. Lagarder es consciente de lo que sufrió con esas edades al llegar al nuevo orfanato y no quiere que los nuevos huérfanos pasen por la misma situación. Además se da cuenta de que a todos los chicos del orfanato les gusta cantar, es una manera de expresar sus sentimientos, de liberarse o evadirse en una situación tan difícil, sin familia y sin casi recursos. Lagarder empieza a pensar que sería una buena idea realizar un proyecto de musicoterapia, creando una especie de coro de huérfanos. Todos están encantados con la idea y los huérfanos se involucran tanto que terminan recorriendo muchas de las ciudades del país, ayudados por los profesores y actuando en colegios y demás instituciones. Es tal su éxito que saldrán en la prensa y comenzarán ser un poco conocidos.

El tiempo sigue pasando y en el instituto un libro de un escritor rumano marcará su futuro. Esta novela trataba sobre una familia muy pobre que quería mandar a sus hijas a la universidad, retratando las dificultades que el padre tiene que hacer para poder conseguirlo. Finalmente logran este objetivo y la felicidad parece inundar a esta familia para siempre. Este libro hace que Lagarder se sienta muy identificado con los personajes y la historia y en su imaginación empieza a soñar con llegar a lo mismo. A poder entrar en la universidad de Bucarest, aunque en ese momento parecía algo imposible.
Siempre le preguntaban que querría estudiar en la universidad cuando entrara en ella. Pero Lagarder no sabía que contestar hasta que una vez, gracias a un programa de desarrollo internacional europeo, llegaron un verano un grupo de trabajadoras sociales suecas y suizas. Este verano fue para Lagarder, y la mayoría de los chicos del orfanato, muy diferente. Estas chicas realizaron con ellos muchas actividades que nunca habían hecho, pintaron sus habitaciones preguntándoles como querían hacerlo, tomaban en cuenta sus preferencias, sus deseos… era algo que Lagarder nunca había visto en el orfanato y no tardó mucho en preguntar a una de estas simpáticas chicas que había estudiado ella para trabajar en esta profesión. Ella le contestó alegremente que era trabajadora social. Desde ese día Lagarder tuvo muy claro que querría ser trabajador social y ayudar a otros niños y personas necesitadas. Aunque sus profesores siempre le decían que esto sería imposible ya que en Rumania no existía esta carrera.

UNIVERSIDAD
Por suerte el año que Lagarder entró en la Universidad de Bucarest ofertó por primera vez esta especialidad dentro de su oferta educativa y pudo realizar los estudios que siempre quiso hacer. Fue un comienzo difícil, ¿un huérfano gitano estudiando en la Universidad de Bucarest? A todo compañero o profesor con el que lo compartía les parecía imposible. Lagarder no tenía ingresos para poder costearse los estudios aunque la universidad fuera gratuita y le proporcionaran un lugar para vivir. El trasporte, la comida, la electricidad, la ropa etc… no podía costeárselo de ninguna manera. Así que Lagarder decide viajar los veranos a Yugoslavia para trabajar en la construcción donde los sueldos eran mucho mayores que en Rumania. Gracias a esto pudo terminar sus estudios de Trabajo Social.
Mientras realizaba estos estudios empezó a estudiar los orfanatos europeos y a darse cuenta de la diferencia que había con los de Rumania. En la Unión Europea los centros buscan activamente una familia apropiada para cada uno de los niños que acogen. En Rumania el estado actúa como responsable y tutor de los menores hasta que estos cumplen 18 años, convirtiendo a Rumania en el país de toda Europa con mayor número de niños sin familia. La Unión Europea multará a Rumania por esta situación y Lagarder en este momento se interesa por cómo se encontrará su antiguo centro de acogida. Él era consciente ya cuando vivía en el de la corrupción que existía en su propio centro. Muchos de los recursos que a él llegaban para alimentos, medicina o ropa, eran utilizados por sus dirigentes para su propio beneficio.

Lagarder eligió hacer un año de prácticas en uno de estos centros de internamiento para intentar mejorar la situación que él vivió de pequeño. Reprodujo el mismo taller de musicoterapia que creo con sus compañeros cuando él contaba con 15 años para animar a los chicos del centro y también para que confiaran en él. Su fin real era desenmascarar las redes clientelares y de corrupción que tenía este centro de acogida y por el cual los niños vivían en condiciones infrahumanas. El taller de musicoterapia de Lagarder empezó a viajar por diferentes ciudades del país y la prensa mostró otra vez interés en él. Y justo en este mismo momento, cuando contaba con la suficiente información y ayudado por los chicos del centro, denuncio la situación del orfanato. La directora, la hija de un importante senador del país transilvano, había utilizado las medicinas que llegaban al centro para venderlos en su propia farmacia y sacar así aún más rentabilidad. Tras dos años de luchas y con una prensa bastante interesada por el asunto, el senador sería destituido y su hija, la directora del centro de acogida, encarcelada.

HUIDA
Lagarder en el último año de universidad empieza a reflexionar seriamente con abandonar el país. Se siente atrapado por tener que ocultar su propia raza, además la situación económica de Rumania en el año 2004 es realmente penosa, el sueldo medio no llega a los 250 euros mensuales en la mayoría de los trabajos. Y hay algo más, su orientación sexual está completamente reprimida, no puede decirle a nadie que es gay ya que Rumania es uno de los países más homófobos de toda Europa. Sólo un 13% de la población aprueba el matrimonio homosexual en contraposición con países como España u Holanda donde más de un 75% está a favor en esta época. Además al no tener una familia que le ate en Rumania decide embarcarse junto a un compañero de su antiguo orfanato hasta Portugal, donde viven ya otros amigos suyos y dicen que las condiciones de vida son buenas.

Lagarder me cuenta que en ese momento su idea de Europa Occidental o de la Unión Europea en general era como soñar con el Edén. Las noticias de los sueldos que eran diez veces los de su país, de una sociedad más avanzada, más tolerante, más abierta, de mayor seguridad, justicia, calidad de vida, cultura etc… son los pensamientos que le hacen decantarse por cruzar la frontera de Hungría ilegalmente para alcanzar finalmente Portugal. Esto y que en parte esta secretamente enamorado de su amigo y en ese momento no dudará en seguirlo a cualquier lugar. Aunque este enamoramiento no durará mucho.

En la frontera de Hungría Lagarder sufrirá uno de los primeros episodios negativos que parecerá adelantar las penurias que deberá sufrir en ese “Edén” que llaman Unión Europea. El chofer detendrá el autobús al alto de dos policías húngaros que ya conocía. Estos tienen un trato con el chofer, permitir el paso de la frontera de estas personas a razón de 50 euros por cabeza, los cuales se repartirán posteriormente. Aunque 50 euros nos parezca irrisorio Lagarder me cuenta que muchas veces era el sueldo de todo un mes en su país. Él se niega a que se extorsione a gente que no tiene casi nada, que abandona Rumania por una pobreza extrema y que marcha con lo mínimo hacia lo desconocido. Llama a la policía y consigue que este chantaje no se realice. Pero cuando el autobús continúa su camino unos km más, este chofer detendrá de nuevo el autocar frente a estos primeros policías corruptos. Tras una paliza que lo deja casi inconsciente, y sin que ninguna persona del autocar, las cuales él ha defendido, ni siquiera su propio amigo, detengan a estos policías, Lagarder comprenderá que el miedo es un arma muy poderosa. Y que por este miedo muchos asumimos, o aceptamos, sucesos injustos. Nos detiene, nos congela, nos hace mirar hacia otro lado. Este miedo nos deja paralizados, aceptando situaciones que en nuestra mente momentos antes nos parecían inaceptables. Nadie hizo nada por él, todos miraron hacia otro lado, incluso su propio amigo.

Después de un largo viaje y aún con magulladuras por la paliza recibida en las fronteras de Hungría, Lagarder y su amigo llegan al norte de Portugal. Aquí Lagarder empezará a comprender que aquel Edén eran cantos de sirena que muchas veces atraen marinos para después despedazarlos. Desde el 1º día caen en una red que explotaba rumanos laboralmente para trabajos agrícolas. En un país extranjero, sin conocimiento de su idioma, sin dinero, sin saber muy bien donde exactamente se localizaban (ya que se encontraban en un entorno rural sin población) pasaron unos dos meses… trabajando obligadamente, sufriendo palizas, insultos, sin cobrar casi nada, encerrados por la noche en un barracón… Aquí Lagarder volvió a ver ese miedo, ese miedo que paraliza. No entendía como había gente que llevara allí más de un año y no hubiera escapado, hombres de unos 50 años, sin esperanza, sin saber qué hacer, resignados, con la mirada pérdida, sin esperanza.

Lagarder no piensa correr su misma suerte, urde un plan junto con sus compañeros. La policía portuguesa a veces cruzaba por estas tierras de labranza y en ese momento sus jefes los hacían ocultarse para que no pudieran descubrir que trabajaban con inmigrantes ilegales. Lagarder piensa que si todos se ponen a hacer ruido mientras pasa uno de estos coches de policía por el camino cercano tal vez se den cuenta de lo que suceden y los liberen. Y así sucedió, una mañana Lagarder ve, después de varios días esperando, un todoterreno de la policía portuguesa. Sin saber muy bien si sus compañeros le seguirán o no, se descubre de donde los tenían ocultados y comienza a gritar lo más alto que puede. Para su sorpresa, aunque recibe algunos golpes de sus jefes, los demás compañeros le siguen y se ponen a gritar y a llamar la atención de estos policías que terminan descubriendo lo que sucede y liberando a todas estas personas de sus captores.

Desencantados con Portugal deciden probar suerte en España, donde las condiciones laborales son mejores y les han hablado de que hay trabajo en un pueblo cercano a Aracena. Desafortunadamente vuelven a caer en otra red de explotación de inmigrantes. Al menos esta vez no les maltratan físicamente ni les privan de su libertad, simplemente se aprovechan económicamente de ellos al ser unos sin papeles. Les pagan un sueldo miserable sentenciándoles a no poder salir de allí nunca. Lagarder comprende que una de las cosas que les frena mucho es no conocer el idioma autóctono. Así que se compra un diccionario y empieza a intentar aprender el castellano por su cuenta. Hablando con la gente del pueblo, en las plazas, en un bar, donde sea… en poco tiempo empieza a poder comunicarse aunque sea básicamente.

Un día cansado de su situación pregunta en el bar del pueblo si en esta localidad existe algún trabajador social. Le indican la dirección y no duda en acudir a ella. Se encuentra con una trabajadora social que le ayuda a salir de nuevo de esta situación y le ofrece su casa a él y a su amigo hasta que encuentren un trabajo mejor. Su compañero terminará trabajando de panadero y Lagarder tendrá trabajos puntuales hasta que decide acudir al Aula de Mayores en Aracena para mejorar su español. Allí conocerá a una de sus mejores amigas ahora mismo en España. Una profesora de filología que en poco tiempo entabla una amistad sincera con Lagarder y la cual le ayudará a conseguir la homologación de su título de Trabajador Social de Rumania por el español pagándole un vuelo de ida y vuelta a Bucarest. Posibilitándole así trabajar en algo relacionado con especialidad en España. Su sueño desde que conoció a las chicas suecas del programa internacional que colorearon aquel verano en el orfanato de Slatina.

SEVILLA
En el año 2007 Lagarder marchará a Sevilla, ya que al ser una ciudad grande puede ofrecerle más oportunidades laborales que un pueblo de montaña como Aracena. Siente que ha cerrado una etapa, ahora conoce el idioma a la perfección, tiene un título universitario homologado y algunos amigos en el país. Parece que por fin la situación empieza a mejorar. Antes de mudarse definitivamente buscará una habitación de alquiler, aquí comenzaran los problemas de nuevo. Lagarder se da cuenta que decir que es rumano cuando le preguntan su nacionalidad es un problema. No importa que tenga dinero para pagar, que haya obtenido una carrera universitaria o que se le vea como una persona fiable. Es rumano, y en España en el año 2007 los prejuicios negativos sobre esta nacionalidad llevan años extendiéndose. Después de mucha búsqueda encuentra un casero cubano al que no le importa su nacionalidad y le permite alquilarle una de las habitaciones que tiene libre. Al menos entre inmigrantes la empatía aumenta, todos han pasado por alguna situación difícil al encontrarse en un país extranjero.

Lagarder no tarda mucho tiempo en encontrar trabajo en la restauración, estamos en el verano del 2007 y el desempleo llega hasta el 7%, acercándose casi al pleno empleo. Pero no es un trabajo que le llene mucho, así que continúa su búsqueda como trabajador social y no tarda mucho tiempo en encontrarlo. Poco tiempo después realiza una entrevista para un centro de menores de acogida temporal y le dan el empleo. Lagarder no se lo cree, parece que todo empieza a encajar, por fin tiene una casa propia, un trabajo de su especialidad con un sueldo que jamás pensó poder ganar y trabajará con
niños, algo que siempre le gustó. Ese día me cuenta que gasto más de 200 euros en llamadas telefónicas a sus amigos de Rumania, estaba eufórico. No se lo podían creer, Lagarder estaba en España trabajando ya como trabajador social, los sueños parecían a veces cumplirse realmente. Era como si le hubiera tocado la lotería.

TRABAJADOR SOCIAL

El centro estaba en Alcalá de Guadaira y era un centro de acogida para chicos que venían en verano de otros países con pocos recursos, como niños saharauis o del este de Europa. Desde el primer momento Lagarder se dio cuenta que los demás trabajadores sociales actuaban más bien como guardianes que como educadores o amigos. Los mantenían en salas llenas de juguetes pero sin prestarle mucha atención. Lagarder desde el primer día quiso cambiar esto. Recordó todo lo que había sufrido en su acogida, todas las veces que no había tenido un adulto que lo apoyara cerca y le diera ánimos y confianzas y recordó a las chicas suecas que cambiaron ese verano y lo llenaron de color.

Cada día que llegaba a casa Lagarder lo pasaba pensando que podía hacer con los chicos del centro de acogida, trajo de nuevo su taller de musicoterapia, otro de plantar flores, otro de cuentacuentos etc…. Cada día era alguna novedad, algo que llamara la atención de los niños y estos estaban encantados con él. Algo que debería ser visto desde todas las perspectivas como positivo no lo fue para otros tanto. Sus compañeros de trabajo empezaron a quejarse de su comportamiento, ponía el listón demasiado alto, debería bajarlo porque les dejaba a los demás como unos vagos, como trabajadores que no se preocupaban por su empleo. La directora del centro le llamó la atención, le dijo que su ímpetu era bueno pero que debía comprender que no todos podían trabajar como él y que podía haber problemas con los compañeros. Lagarder no lo entendía, había dado todo de sí, hasta el último aliento queriendo ser un buen profesional en su empleo y además ayudando a estos chicos que le hacían recordar su propio centro de acogida. Tenía un contrato de 3 meses revisable a fijo si les gustaba como trabajaba. Pero a Lagarder le fue imposible bajar el ritmo, le fue imposible no inventar cada día nuevas opciones para divertir a estos chicos que venían de entornos difíciles. Y finalmente en Octubre no le renovaron el contrato.

El siguiente trabajo de Lagarder fue gracias a una asociación gitana en la cual empezó a participar. La Junta de Andalucía ofreció algunas plazas a trabajadores sociales para mejorar las relaciones entre los profesores y el alumnado. Lagarder entró dentro de esta oportunidad y durante un par de años trabajó en diferentes institutos de la provincia. Pero el que más le marco fue un instituto del barrio sevillano de Pino Montano.

Este instituto era catalogado dentro de los Institutos de Excelencia. Pero tenía un problema, los niños gitanos del vecino barrio de San Diego estaban sin escolarizar. La Junta y el instituto habían intentado escolarizar a estos niños sin ningún éxito y contrataron los servicios de Lagarder como trabajador social para solucionar este problema. Cuando Lagarder llegó al instituto lo primero que hizo fue preguntar que métodos habían utilizado para atraer a estos niños al instituto. El instituto le comentó. que habían enviado cartas e información a las familias pero estas no habían respondido. Lagarder no cabía en su asombro. ¿Nada más? Nada más respondió el instituto.


Tras visitar casa por casa, hablar con cada familia y convencerlas de los beneficios de que sus hijos estuvieran escolarizados unos 80 niños y adolescentes gitanos llegaron hasta este instituto colapsando el funcionamiento normal del centro. Lagarder había vuelto a supera las expectativas por las que se le contrató. Y esto, por ilógico que parezca, volvió a no ser una buena carta de presentación de nuevo. Los profesores y la dirección se quejaron de esta avalancha. Y Lagarder intentó contenerlos diciendo que poco a poco la situación se iría normalizando y que ayudaría en todo lo que pudiese para que así fuera.

La semana siguiente cuando acudió al instituto (ya que trabajaba en varios institutos a la vez) se dio cuenta que los niños no habían sido integrados, que era lo que buscaba el programa por el que había sido contratado, sino todo lo contrario. Los niños gitanos habían sido llevados a las clases de diversificación junto con los alumnos con dificultades intelectuales. Después de hablar con el director y con muchos profesores para que se diera paso a una integración de los alumnos gitanos en las clases normales se argumentó que esto bajaría el nivel del resto del alumnado. Lagarder buscó alternativas que contentaran a todos pero apostando siempre por la integración y sin tener que bajar el nivel de los demás alumnos. Se puso en contacto con la Universidad de Sevilla y busco voluntarios que quisieran hacer prácticas en un Instituto de Secundaria como tutores de niños con problemas sociales o familiares, para que pudieran ponerse al mismo nivel que el resto de alumnos. La Universidad de Sevilla le contestó favorablemente y le ofreció un número amplio de voluntarios. Pero la dirección del centro se negó a este proyecto y terminó despidiendo a Lagarder sin ningún motivo. De nuevo su entusiasmo lo había traicionado.

Lagarder no permitió que el asunto quedase así y denuncio al instituto ante Educación que terminó dándole la razón e imponiendo una indemnización por lo ocurrido. El instituto prefirió pagar la cuantiosa indemnización antes que retractarse y volver a contratarlo.
Sin trabajo a la vista y con una crisis ya iniciada su profesora de Aracena le aconsejó que podría sacarse las oposiciones como Profesor de Educación Secundaria. Empezó a estudiar el máster necesario para ello, alternando trabajos puntuales como traductor en los Juzgados de Sevilla y su compromiso cada vez mayor con la asociación de defensa de los derechos de los gitanos, ayudando cuando podía a los más débiles. Cuando las oposiciones se acercaron al no ser español debía presentarse antes a un examen de nivel de castellano junto a todos los extranjeros que quisieran presentarse a estas oposiciones. El examen fue en Málaga, y aunque iba en un primer momento nervioso se tranquilizó un poco cuando se encontró en el mismo tren a varios compañeros alemanes e ingleses que iban a realizar la misma prueba y ninguno tenía su nivel de español. Es más, casi ni siquiera sabían hablarlo, mantuvo conversaciones con ellos en inglés.

En el centro oficial de idiomas, el Instituto Cervantes, esperaba hacer una prueba oficial de 4 apartados como cualquier otra prueba de idiomas, pero eso no sucedió. Fueron llamando a uno por uno, preguntándoles simplemente de que país eran y por qué querían presentarse a las oposiciones de Profesor de Educación Secundaria. ¿Ya está?. Si, ya está, ya acabado su examen nada más. Lagarder no entendía muy bien lo sucedido. Hasta que vio en el listado de aprobados una semana después solo los nombres de alemanes e ingleses, cualquier otra nacionalidad había suspendido la prueba.
Las deficiencias en profesores nativos alemanas o ingleses para la apertura de centros educativos públicos bilingües habían hecho que la prueba de castellano fuera una farsa. Después de una huelga de hambre en las puertas de Educación y una denuncia por las irregularidades en las oposiciones, dos años después Lagarder recibió la notificación de sentencia en la decía que las oposiciones habían sido irregulares y que deberían volver a realizarse. Creando jurisprudencia en el primer caso ocurrido como este en nuestro país.

Pero Lagarder estaba ya desencantado, después de dos años estudiando por unas oposiciones que le negaron realizar encubiertamente por su nacionalidad su perspectiva de vida había cambiado mucho.
Hoy, como desde hace ya tiempo, Lagarder me dice que no piensa en el futuro, que no cree en este sistema económico ni político, que es corrupto y que difícilmente podrá solucionarse cuando el dinero es lo único que tiene importancia. Cree en la ayuda desde abajo, en la protección de los más débiles, en la reunión con otras personas en situaciones precarias que den ideas para cambiar algo en este mundo, para ayudarse, para ser solidario. 

Lagarder desde hace tiempo es muy activo en las redes sociales, tiene miles de seguidores y sus denuncias, al ser tan visibles, empiezan a dar sus frutos. En el periodo que hacía las entrevistas a Lagarder se encontró a un indigente tirado en el suelo, seminconsciente, nadie le prestaba atención, los viandantes ni siquiera se fijaban en él. Estaba sucio, descuidado, seguramente sería un drogadicto… no eran como ellos, no podían ser empáticos con él.

Lagarder no lo dudó ni un momento lo recogió y lo llevo al Hospital Virgen Macarena de Sevilla, donde en urgencias ya le pusieron los primeros impedimentos para tratarlos ya que no tenía tarjeta sanitaria. Lagarder protestó e inicio una reclamación formal, entonces se retractaron y contemplaron la posibilidad de al menos verlo. Durante un mes ha luchado por que pudiera ser internado, ya que el indigente llamado Carlos tenía varias enfermedades crónicas, era epiléptico y tenía una soriasis extrema que estaba devorando su piel. Cuando llegó al hospital los médicos le informaron que no hubiera pasado mucho más tiempo con vida en aquella situación. Gracias a su constancia y a la visualización de este problema en las redes sociales, después de pelear y pelear mucho tiempo y expulsándolo casi un par de veces del propio hospital se consiguió que a Carlos se le ingresara oficialmente en el Hospital Universitario Virgen del Rocío para tratar sus enfermedades crónicas.




En estas dos fotos vemos el cambio de Carlos en unos 30 días de tratamientos. Lagarder desde el primer momento sabía que el poder de las redes sociales cada vez es más fuerte y no dudo en compartir este proceso cada día, recibiendo miles de mensajes y decenas de miles de Likes en Facebook, compartiendo y apoyando su causa. Ahora Lagarder y amigos que lo apoyan están intentando convencer a Carlos para que cuando salga del hospital acepte entrar en una organización que ayuda a los politoxicómanos a dejar las drogas. Será un camino difícil, pero seguramente, sin la ayuda de Lagarder hoy Carlos ni siquiera tendría la opción de decidir sobre esta posibilidad.

Lagarder me dice que ve el mundo muy diferente a como lo veía cuando llegó a España. Antes huía de los problemas a los que tenía que enfrentarse. Huyo de Rumania, buscando un mundo mejor, huyo de Portugal buscando un mundo mejor y cuando llegó a España y muchos de sus sueños parecieron frustrarse se dio cuenta que huir no servía de nada. Hoy piensa que tú transformas el pequeño mundo que te rodea, poco a poco, con pequeñas acciones, con tu forma de vida. Dice que no necesitas viajar para conocer el mundo, que cada día es un nuevo viaje que puede hacerte conocer algo nuevo, mejorar tu vida, tu empatía con los demás, el amor que puedes dar…

Lagarder hoy no espera nada, no tiene grandes expectativas de esta vida, de su vida… pero tampoco frustraciones, miedos, agonías. Vive el día a día sin pensar que sucederá mañana, sin temer lo que vendrá, ni siquiera la muerte. Ha comprendido que nada es realmente necesario, que las necesidades nos las creamos nosotros mismos y este sistema económico y que no se es más feliz por poseer más. Él es simplemente feliz ayudando, siendo consciente de los problemas que nos rodean e intentando apoyar a los más débiles. Dice que no le cuesta, al revés, no podría parar de hacerlo, no comprende como a nadie parece importarle estas personas.

Es extraño conocer a una persona como Lagarder en un mundo donde lo material, el egoísmo, el individualismo extremo y la ausencia total de empatía hacia personas sin recursos que los ha transformado en invisibles. “Hay más de 5.000 indigentes sólo en Sevilla”, me dice musitando, “y a nadie parece importarle”.

Siempre pensamos que los cambios se deben hacer desde arriba, desde los dirigentes de la sociedad, desde el pico de la pirámide que controla toda la base. Pero con experiencias como esta me doy cuenta que no tiene por qué ser así. Que si cada uno de nosotros hiciera pequeños gestos, estuviéramos concienciados, pensáramos que ayudar a la sociedad que nos rodea es ayudarnos a nosotros mismos… el cambio pasaría a llamarse revolución. Podemos criticar a los políticos, a los presidentes a nuestros dirigentes… pero ellos sólo son una representación de nuestra propia sociedad, vienen de ella y forman parte de esta. Podemos ser hipócritas y pensar que la culpa es solamente suya, pero no estaremos siendo sinceros con nosotros mismos. Para que el cambio pudiera ser real, para que la pobreza se erradicara, las injusticias, la corrupción, la violencia dejara de ser… deberíamos empezar primero por uno mismo. Por nuestro entorno, nuestra familia, nuestros amigos, nuestros vecinos. ¿Realmente ayudamos a nuestro círculo cercano cuando necesita ayuda?

El debate está abierto. He intentado acércame lo más posible a la vida, sentimientos y pensamientos de Lagarder para comprender la evolución de un inmigrante en nuestro país. En este caso, aunque muchas personas piensen que la evolución no ha sido muy positiva en la vida de Lagarder, no puedo estar más en desacuerdo. La felicidad es la búsqueda universal de cada persona en este mundo, unos lo buscan en lo material, en lo superficial… Lagarder la encontró siendo más consciente de su mundo y ayudando desinteresadamente a los demás.  







domingo, 30 de agosto de 2015

CRISIS HUMANITARIA EUROPA: ASÍ ES LA FRONTERA ENTRE SERBIA Y HUNGRÍA

Un carro de bebé abandonado en la frontera entre Serbia y Hungría, cerca de la aldea de Röszke  | Matt Cardy / Gyi

Un migrante vigila detrás de la valla el momento en el que poder cruzar a Hungría  | Matt Cardy / Gyi

Un grupo de refugiados caminan a lo largo de una línea de tren después de cruzar la frontera -Matt Cardy / Gyi

Un niño migrante sirio camina por una carretera después de cruzar a Hungría desde la frontera con Serbia  | BERNADETT Szabo / REUTERS

Refugiados esperan los autobuses que les llevan al centro de acogida cerca de la aldea de Röszke, Hungría  | Matt Cardy / Gyi

sábado, 22 de agosto de 2015

LA POLICÍA LOCAL, DESALOJA A UNA FAMILIA GITANA DE UN EDIFICIO ABANDONADO

TOD@S SOMOS TUTORITA.


El pasado 19 de agosto la policía local de la ciudad de Sevilla se acercan a las 07:00 h de la mañana junto a la empresa municipal de limpieza, LIPASAM y sin explicaciones se llevan todas las pertenencias de Tutorita y su pareja. Uno de los policías invita a esta pareja rumana a abandonar la ciudad ignorando su situación de Comunitarios de la Unión Europea. 

El activista gitano, Lagarder Danciu se encuentra a la familia gitana en la calle Resolana, llorando sin nada pidiendo a la gente algo de comer. Tutorita informa al activista del calvario sufrido y la impunidad de la policía local que la empujaba en el momento que luchaba por recuperar sus pertenencias. 

El carrito para reciclar basura le ha costado 100 euros a la pareja y la policía le han dejado sin "pan" abandonados a su destino. El edificio de donde han sido desalojados lleva más de 20 años abandonados, por dentro esta lleno de escombros de basura y ratas y en este lugar la pareja ha limpiado una zona donde ha montado su tienda para descansar. 

Nuestro ayuntamiento tan inhumano inclumple los derechos humanos, promueve leyes represivas contra las minorías y los inmigrantes. Desde gitanos decentes, denunciamos ante el defensor del pueblo al ayuntamiento y en los próximos días presentaremos un recurso en el juzgado ya que consideramos que la actuación policíal ha sido desproporcionada y fuera de la ley.

El ayuntamiento debe buscar soluciones y no criminalizar la pobreza. El alcalde Espadas (PSOE) en 2003 como consejal firmo la ordenanza municipal que imponia multas a la rebusca de basura, tachaba de infractores a los que reciclan en los contenedores. El mismo alcalde a tres semanas de ser investido pone en marcha un grupo especial Antigorrillas para seguir con la persecución de la pobreza en la ciudad.

Los ciudadanos debemos hacer visible estos actos inhumanos y exigir a las administraciones públicas que pagamos con nuestros impuestos actuar con responsabilidad y que respeten los derechos humanos.

Máxima difusión, tod@s con Tutorita y su pareja...






sábado, 8 de agosto de 2015

LA NIÑA MÁS INTELIGENTE DEL MUNDO ES GITANA

  • La niña británica tiene un cociente intelectual de 162 puntos lo que la sitúa dentro del 1% de la población superdotada y por encima de genios como los científicos Albert Einstein o Stephen Hawking.




Nicole Barr, una  de etnia gitana del condado británico de Essex, ha obtenido a sus 12 años la impresionante  de 162 puntos en la prueba que mide el coeficiente intelectual: dos puntos más que Stephen Hawking y Albert Einstein, informan varios medios. Sus padres, que no ocultan su orgullo, aseguran que la menor quiere ser médico.
Una estudiante británica ha superado en coeficiente intelectual a físicos como Stephen Hawking y Albert Einstein, lo que la incluye en el selecto grupo del  por ciento de personas más inteligentes del mundo.
"Ella es una niña que trabaja duro, muy duro. Se queda después de la escuela haciendo sus tareas sin faltar ni un día", asegura su . "Desde muy joven recopila los errores que ve en libros y revistas. Es una niña feliz y amante de la  y siempre pide tareas extra", agrega su progenitora.
El coeficiente intelectual (CI) medio entre los adultos ronda los 100 puntos y cualquier puntuación superior a los 140 se considera propia de genios. Eminentes científicos como Stephen Hawking y Albert Einstein llegaron a los 160 puntos.
La agrupación Mensa, que reúne a personas con un coeficiente intelectual elevado, ya ha dado la bienvenida a Nicole.

viernes, 7 de agosto de 2015

REVOLUCIÓN GITANA EN LAS REDES SOCIALES


L@S GITAN@S DECENTES CONTRA LA CORRUPCIÓN EN LAS REDES SOCIALES...

En los últimos meses hemos trabajado para visibilizar a la casta política gitana, disfrazada en ONG gitanas y los seguidores de las redes sociales son nuestro apoyo constante. Los twetters mejor valorados en nuestra cuenta de twetter @GITANOSdecentes han sido: